Guillermo Tagle

La ideología de la gratuidad

Por: Guillermo Tagle | Publicado: Jueves 24 de diciembre de 2015 a las 04:00 hrs.
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A nadie cabe duda que un país que avanza al desarrollo debe ser capaz de proveer acceso sin restricción de financiamiento a todos los jóvenes que quieran educarse y tener la opción de ser profesionales. No es justo un sistema que discrimina y sólo permite acceso a la educación superior a los que cuenten con alguna fuente privada o personal de financiamiento. No es, por lo tanto, esta la causa de discrepancias y debate que tiene hoy a todas las Instituciones de Educación Superior, a todos los jóvenes que estudian distintas carreras, a todos los que rindieron recién la PSU y a todos los padres de familia cuyos hijos están en esta etapa de su formación, “con el alma en vilo”. No es justo y no corresponde a una sociedad que por décadas se había caracterizado por hacer las cosas bien y por diseñar buenas políticas públicas, que estemos cerrando este año en una situación de tanta incertidumbre y sensación de “colapso”.

Si hay acuerdo en proveer acceso financiado a la Educación Superior a todos los que lo requieran ¿cómo pudimos llegar a una situación tan colapsada y en un momento tan crucial para el ciclo académico de cada año? Lamentablemente, la única respuesta que un ciudadano normal (no necesariamente experto y que sólo aplica su sentido común) puede encontrar, es que la ideología ha primado y se intenta imponer conceptos prejuiciados por encima de derechos básicos y fundamentales, como la libertad de elegir dónde cada uno quiere educarse y cómo asegurar educación de calidad.

En Chile hemos tenido por casi tres décadas un Sistema de Educación Superior libre y con regulación flexible. Este fue diseñado en tiempos en que Chile era un país pobre, cuando el Estado no tenía recursos para imaginar desarrollar y fortalecer nuevas entidades de Educación Superior estatales, cuando el Sistema de Educación Superior completo (público + privado) ofrecía vacantes para menos del 20% de los estudiantes que egresaban de Enseñanza Media cada año. En esos tiempos y para resolver un problema mayor, donde simplemente no había suficientes alternativas, la desregulación del sistema permitió que la iniciativa privada emprendiera con todo su talento y energía un proceso de desarrollo de nuevas entidades y nuevas carreras universitarias, profesionales y técnicas. Surgieron proyectos universitarios en la mayoría de las regiones de Chile (hace 30 años había sólo 4 o 5 regiones con instituciones relevantes de Educación Superior). Producto de ese proceso, llegamos donde estamos hoy, con más de 1 millón de estudiantes en el sistema -con más vacantes que estudiantes egresados de E. Media-, donde se han desarrollado instituciones de primer nivel (y obviamente algunas que no son buenas) que incluso atraen alumnos desde países vecinos, desarrollado programas de post grado y también, han logrado financiar programas de becas privadas, para atraer a sus entidades, sin costo, a estudiantes calificados que no pueden pagar.

El gran drama que se enfrenta hoy en el diseño de la política pública de Educación Superior es que pareciera que el primer y fundamental objetivo fuese evitar a toda costa que recursos del Estado lleguen por alguna vía a cualquiera de las entidades que en estos años fueron desarrolladas y lograron ser exitosas, en base al talento del emprendimiento privado. En vez de destinar recursos del Estado para que cada estudiante pueda aspirar a la mejor educación, se ha preferido calificar qué categorías de emprendedores o directivos están detrás de cada iniciativa, quién provee la infraestructura en que se desarrolla la actividad educativa y cómo financia sus inversiones. Parece ser más importante quiénes participan (o no participan) en el “gobierno” de una entidad que si esta provee (o no) los mejores estándares de educación a sus estudiantes. Hay una ideología profunda que declara públicamente querer proveer “gratuidad” a los estudiantes universitarios, pero donde no pareciera importar mucho que no sigan desarrollándose y progresando en Chile iniciativas privadas en el mundo de la educación, que en estas décadas nos han puesto a la vanguardia en Educación Superior en nuestra región.

Pareciera que hay ideologías que consideran más importante destruir lo que tantos y por tantos años pudieron construir, que facilitar el acceso libre a la mayor cantidad de estudiantes y a la mejor educación posible, para alcanzar un desarrollo con justicia y equidad. Tal vez es necesario develar esta discrepancia tan profunda de objetivos, para poder tener una discusión sincera y ver cómo encontrar una solución al enjambre en que hoy estamos metidos, que permita diseñar una política pública razonable y que construya sobre lo que tenemos, en vez de destruir lo que hay, sin soluciones claras de lo que vendrá después.

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